1.- Llegan crudos a jugar: un buen partido dominguero no es partido si la mitad de los futbolistas no llegan crudos a jugar. Realmente creen tener un talento superior al de Cristiano Ronaldo que no importa que hayan dormido 4 horas y todavía estén borrachos, siempre harán un buen partido porque tienen “un talento excepcional” (según ellos).
Si no llegan crudos, en común que antes del partido “calienten” con una caguama y unos cigarros (y aun así creen que un agente los verá y dirá “wow, tú realmente eres el próximo Messi…. teporocho, pero finalmente el siguiente Messi”).
2.- Un equipo puede estar conformado por hombres desde 12 hasta 50 años: es común que Don Carmelo el de la tienda de 50 años juegue en un mismo equipo que Jaimito el hijo de Doña Juana de 13 años. Por alguna razón los de más grande edad se sienten a la par en rendimiento que los jóvenes, lo que provoca que haya una mezcolanza extraña, y por eso estos partidos sean tan raros y chistosos.
3.- Cambian de integrantes como de calzones: no importa que no llegó la defensa, un integrante del equipo puede hablarle de último momento a uno de sus cuates para que vaya jugar, y tampoco ningún elemento es indispensable: si alguien ya no va por trabajo, por hueva, porque la novia no lo deja o por lo que sea, es totalmente reemplazable (hasta pueden invitar a integrarse alguien que no conozcan y solo este ahí sentado).
4.- Es el único ejercicio que hacen en la semana, y aún así creen atletas de alto rendimiento: la mayoría de estas personas tiene sobrepeso, panza chelera u obesidad, o de plano no tiene nada condición, pero en cuanto se ponen la playera del equipo realmente se sienten y comportan como si fueran atletas de alto rendimiento (y apenas corren 3 metros se cansan, pero ellos creen que harán un mega juego).
5.- Siempre hay un tipo gritando como loco que se siente director técnico: por alguna razón siempre va un don (puede ser del público o miembro de un equipo) que grita ordenando los movimientos y jugadas que los futbolistas deben hacer, y todavía se enoja si no le hacen caso.
Este pobre cree tener la fórmula de para llevar a la cima a cualquier equipo, pero cuando él juega no da una, y todavía se molesta con los demás como si tuvieran la culpa de su mal desempeño.
6.- El 90% de los partidos termina en unas caguamas o carne asada que duran más que el juego: solo corren 20 minutos porque no rinden para más, pero ¿qué tal para “festejar” con las caguamas o carne?, ahí si pueden durar toda la tarde.
7.- Presumen con orgullo su trofeo de alpaca o cobre como si hubieran ganado la Copa Mundialista: es común que el Facebook de los ganadores se llene de fotos presumiendo su trofeo comprado en una tienda de deportes de su colonia, que generalmente es de alpaca o cobre y tiene una figura mal hecha. Además es común que hasta tengan un vitrina especial para presumir los “mega trofeos” que han ganado (los torneos de la Unidad Deportiva de su cuadra).
8.- Las señoras chismosas gritando: nunca falta la esposa, mamá o hermana arguendera de un jugador mentándole la madre al árbitro, gritando “pendejo” a alguien que no agarró el balón, o la típica frase “¡buena, buena!” mientras aplauden porque el jugador logró pegarle al balón.
9.- Terminan sintiendo que realmente jugaron como si fuera un partido del Barca VS El Real Madrid: finaliza el partido y todos hacen una actitud de desfallecer como diciendo “me estuve aguantando para dar lo mejor de mí, pero ahora que dieron el silbatazo final puedo demostrar mi cansancio real”, cuando en realidad solo corrieron 20 metros. Además se despiden de sus rivales como diciendo “no te odio porque tú me haces más fuerte” y hasta se felicitan por la jugada, cuando en realidad ninguno de los dos hizo algo espectacular.
10.- Todos terminan molestos con el árbitro; contrataron a Don Chente, el dueño de la carnicería de la cuadra para arbitrear al que le pagaron $50 varos por cabeza, y el pobre todavía sale del partido lleno de mentadas de madre y hasta amenazas de muerte. Sin embargo es común que el árbitro adopte una actitud de ser El Piojo Herrera y aproveché al máximo sus 40 minutos de autoridad para portarse prepotente.
Por: Omar Ariel Cortes
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