CDMX.- México es un país con gente extremadamente malinchista: aunque lo niegue, la mayoría sueña con ser confundido con un ciudadano europeo, presume orgulloso que “tiene abuelos de otras nacionalidades” para dejar en claro que tiene sangre extranjera, o aspira a toda costa tener la piel blanquita porque cree que eso le da un toque “de cache y elegancia”.
Vivimos en un país donde supuestamente apoyamos a los indígenas pero los minimizamos y tratamos como si fueran inferiores. Está repleto de gente que asegura estar orgullosa de sus raíces pero pone el grito en el cielo si le dices que parece “azteca”, y si le comentas que tiene rasgos indígenas estalla en ira y lo toma como una severa ofensa.
Donde “prieto” que significa moreno es sinónimo de insulto, y donde le lamemos las patas a los extranjeros y lo tratamos como dioses. Donde todos se pelean por tomarse fotos con alguien de otro país para presumir con bombo y platillo “que tienen un amigo francés, alemán” o de otra nacionalidad (conocido al que ni siquiera llaman por su nombre, se refieren a él por su ciudadanía para que todos sepan que el conocido es extranjero, como si fuera un orgullo).
Un país donde la gente tapiza sus fotos con 1000 filtros con la esperanza de verse más blanquito, y si alguien acepta que lo cataloguen como mexicano entonces desea verse latino pero de mundo, como una mezcla entre nativo fashion que luce perfecto la ropa de Zara, y podría encajar perfecto en los eventos socialités de las altas esferas.
Es un país malinchista, pero cuando alguien lo refleja entonces los dignos ciudadanos ponen el grito en el cielo y señalan a los demás de racistas. Tal fue el caso de la pasada edición del festival “Corona Capital”, donde los community managers que manejan las redes sociales, tal vez por conocer bien la cultura clasista del país y saben que el 99% añora ser güerito, o tal vez porque ellos también son de ese gran porcentaje que presumen tener abuelos extranjeros para que digan que son de raza europea, se les ocurrió fotografiar solo asistentes de tono rubio, blanco o ya muy jodido apiñonados, para colocarlas en las páginas oficiales.
La misma gente que presume mil veces las fotos con sus amigos extranjeros o literalmente vuelve una caricatura sus fotos por tantos filtros que les pone para verse más claros, comenzó a quejarse porque solo retrataron a asistentes que dieran el gatazo de ser de otra nacionalidad, como si ese no fuera el sueño para la mayoría de los aztecas.
Tal vez el enojo de estas personas no fue el racismo como argumentan, tal vez fue que nunca les pidieron a ellos tomarles una foto porque parecían mexicanos y eso hizo estallar su enfado, ya que en realidad añoraban salir en el “exclusivo álbum” donde solo gente con rasgos extranjeros tenía cabida.
Los mexicanos podrán tomarle fotos a los indígenas y asegurar sentirse orgullosos de sus raíces, pero la realidad es que verán como una ofensa que les digan que ellos también parecen aztecas, y escudarán sus complejos presumiendo a diestra y siniestra las fotos con su “amigo el francés” o su “compa el alemán”, con la esperanza de que alguien les diga que “son tan fashion” que se complementan perfectos con personas de otra nacionalidad (pero eso sí, solo de países “nice”)
En las fiestas, en el antro, en la escuela y en la calle, el mexicano excluye a otros mexicanos y le da prioridad a un extranjero, pero si una empresa lo hace, entonces es racismo y merece ser castigada.
Por: Omar Ariel Cortes
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